¿Cómo se bebe el whisky?

El whisky -agua de vida, usige beatha, aqua vitae, güis…- desde su origen en Irlanda se ha ganado un hueco en los corazones (y las estanterías) de países tales como los Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, India o Suráfrica. Esta bebida tan familiar y tan desconocida al mismo tiempo, tanto por su gran diversidad como por su enorme complejidad, ha sido disfrutada de múltiples formas. 

Su consumo es motivo de alegría, pena o reflexión; aunque también parece estar ligado a cierto misticismo o rituales, que cuando no se siguen pueden ser motivo de mofa o “exclusión social” por parte de aquellos que se toman el asunto demasiado en serio. Y por supuesto, el whisky es un tema muy serio, pero dependiendo de lo que queramos conseguir o de las circunstancias en las que nos encontremos será necesaria una actitud u otra. Antes de determinar cuál será la mejor forma de consumir nuestro “trago”, vale la pena echar un vistazo a las diferentes variables a considerar y valorar su impacto.

Los mil y un vasos

Hollywood nos ha acostumbrado a ver al/la protagonista bebiendo su whisky en un vaso recto, con una base pesada y con una imagen más bien robusta, muy acorde con ese momento en el que estamos en un bar disfrutando de la soledad y reflexionando sobre grandes cuestiones de la vida. Piña en la pizza sí o no, cebolla en la tortilla de patatas… Ese tipo de cuestiones vitales.

¿Qué vamos a pedir a un vaso para beber whisky, aparte de que no tenga fugas?. Pues si vamos a beber el whisky solo queremos que tenga forma de tulipán. Esto es, que la base sea más ancha que la boca. ¿Para qué? Para poder tener acceso a los compuestos volátiles responsables del aroma y, cual sutil  sumiller, apreciar riqueza, complejidad y toda esas cosas que pueden llegar a percibir.

El vaso recto y cortito, conocido en algunos círculos como vaso “old fashioned” se utiliza sobre todo si vamos a añadirle hielo. Su estructura más robusta permite que el vaso sobreviva a un golpe de hielo accidental o malintencionado.

Hielo o no hielo… Esa es la cuestión…

 El whisky es una bebida alcohólica sujeta a leyes físicas, y como tal, la temperatura a la que se sirva influirá en el comportamiento de sus alcóholes. Esto es, a más temperatura, más actividad (entropía y esas cosas) y por consiguiente, a menos temperatura, menos actividad. Como todo en la vida, la clave está en el equilibrio.

Un whisky a 25 grados centígrados será complicado de disfrutar por “exceso de vapores” y uno a 8 grados aportará menos elementos aromáticos, lo que en términos coloquiales se conoce como “estar cerrado”. De ahí que normalmente un whisky que no nos acaba de encajar porque esté un poco fuerte o rasque, “mejore” (añadir cuantas comillas se desee) al ponerle hielo. Ahora bien, con el hielo viene otra cosa… El agua.

¡El agua es para los peces!

Añadirle agua al whisky parece ser una práctica mal vista por algunas personas. Partiendo de la base de que la mayoría de whiskies comerciales están embotellados entre 40 y 46% de volumen alcohólico, podemos decir prácticamente sin fallo que todos han sido rebajados con agua a fin de alcanzar esa graduación.

Entonces, ¿por qué ese reparo en añadir agua? No debería haberlo, es más, siendo objetivos, lo más  respetuoso para el whisky es añadir agua ya que apenas alteraremos su temperatura y lo único que haremos será rebajar un poco ese porcentaje alcohólico que quizás nos está impidiendo disfrutar de la experiencia.

Eso sí, ¡Cuidado a la hora de añadir agua! si nos pasamos no podremos quitarla (cierto, podemos añadir más whisky…) El añadir más agua de lo necesario hará que el whisky pierda estructura e intensidad, por lo que siempre es recomendable utilizar pipetas o cucharillas de café para tener cierto grado de control sobre las cantidades.

Es altamente recomendable añadir agua cuando el contacto del whisky en la boca nos haga cambiar la expresión facial, todo lo que tenga que ver con aguantar el ataque del alcohol deberá evitarse. El agua será nuestra mejor aliada con whiskies con volúmenes alcohólicos más elevados de lo normal -55% ó 57%-, así tendremos whiskies más jóvenes o con maduraciones más agresivas (whisky americano, por ejemplo) que nos invitarán mayormente a añadir agua.

¿Con… cola?

Llegamos a un punto crítico, y esto es… las sodas. Mixers, si nos queremos poner modernos. ¿Es lícito o incluso legal añadirle refrescos a nuestro preciado whisky? La respuesta es bastante sencilla, sí.

Ahora bien, al añadirle cola, o ginger ale, lo que estamos haciendo es combinar sabores y por lo tanto, perdemos gran parte de ese proceso de apreciación del whisky. ¿Eso es bueno o malo? Pues dependerá de lo que estemos haciendo, aunque la recomendación es no usar nuestro whisky más preciado ya que lo enmascararemos.

En resumen

Existen dos grandes enfoques sobre como debemos afrontar el consumo de nuestro whisky. El primero de ellos será la degustación, o como me gusta llamarlo, “tener una conversación con el whisky”. Para ello necesitaremos: copa con tallo y forma de tulipán, whisky a temperatura “ambiente” (de bodega a poder ser) y un vasito de agua con una pipeta para poder ir valorando el impacto del agua en el destilado. Este enfoque, un tanto técnico, es altamente recomendable para cualquiera que quiera progresar en la apreciación de los diferentes perfiles organolépticos que nos presentará esta maravillosa bebida.

El otro enfoque será el del disfrute, el hedonismo puro y duro, la socialización y el intercambio de anécdotas, las barbacoas, asados y parrilladas, las terracitas de verano o las tardes de invierno… Para ello, lo único que necesitamos saber es como las variables que hemos ido viendo afectan a nuestra bebida, y poco más. ¿Por qué? Porque el whisky se disfruta a discreción. Si te apetece ponerle hielo, pónselo, si quieres agua, sin problema, ¿Solo? por supuesto. No obstante, vale la pena descubrir que le va mejor a ese whisky para poder disfrutarlo en el momento en el que estemos. 

Por último, no perdamos de vista que el whisky es una bebida ligada a la agricultura, a la comunidad y a la economía. Respetémosla, pero, sobre todo, disfrutémoslo sin tomarlo excesivamente en serio. ¡Salud!

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By Diego Borrás, Representante de la Scotch Malt Whisky Society y Educador WSET en destilados con Artean Wines

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